Monday, December 04, 2006

Pertenencias

Ahí se contiene todo. La soledad, el aullido de un perro que se hunde en la arena, la blanca mole de recuerdos cristalizados, el viento, sus astillas, el anciano que acaba por regir cada acto de nuestra vida. El corazón sin su avidez. El acero puro del desamparo

No espero ninguna cortesía de nadie. No espero amabilidades del mundo. Y creo que no tengo que disculparme por eso. Voy sembrando mis hechos sin intención, sin interés, como si viviera para alguien ajeno. De noche, a menudo hago un recuento veloz de cosas sucedidas durante el día: un monólogo, una retahíla, ¿para quién?

De un segundo a otro, una mañana, Ella murió. Cuando pude moverme, cuando pude actuar, en esos días de duelo, puse un anuncio. Me llamó para preguntar acerca del aviso en una revista de Compro y Vendo: "Cambio todos mis recuerdos, enseres y accesorios de mi casa por otros". Así la conocí. Fue la única que habló. Pronto estuvimos frente a frente, muy serios y concentrados. Ninguno quiso saber por qué cada uno canjearía sus recuerdos por otros. Quizá para no mirarnos a los ojos comenzamos a escribir mientras hablábamos; listas y descripciones de mobiliarios que dolían en el aire, en cada hueso, en la piel. Era bueno alejarme de mis pertenencias.

A veces tengo sueños. Mi muerto me visita.
Se ha ido, pienso cada mañana con asombro, al abrir los ojos y ver el blanco del techo. Minutos después, en blanco aún, confirmo: se ha ido. Y ya no es un estilete abriendo zanjas sin fondo en mi corazón. Ha pasado. Llega la urgencia de decir: he cambiado. Rogar por que así sea. He aquí el nuevo orden de la vida: ella ha muerto yo he cambiado. Pero, porque la transformación se impuso, abrupta, cambiar duele. Era innecesario convertirme en esta afanosa solitaria.

Fui al espejo, con la curiosidad de alguien que espía a su vecino.
A veces despierto y no abro los ojos, pido con todas mis fuerzas: ¿podrías volver? Me opongo a la tumba. A sus deudos. A un epitafio. Con su muerte me sucedió algo singular: los que venían a darme consuelo me confesaban secretos. ¿Veían en mí una coladera muy ancha, por la que también sus penas podrían irse? Dejaba de llorar, azorada con los misterios que guardaban, ¡era gente a la que creía conocer!: adulterios, suicidios frustrados, alguien me confesó que le había desconectado el oxígeno a su abuelo para que ya no sufriera: alégrate, tu recuerdo no se degradó en una cama de hospital, agradece que se fue rápido, considera que. Me dejaban exhausto.

¿Podría, en verdad, decirse que alguien ha partido pronto? ¿Quién puede decir cuándo es hora?

3 Comments:

Anonymous Anonymous said...

GraX por ser un niño asi tan como tu eres... jiji tu me entiendes. te has portado lìndisimo conmigo, te kiero mucho, eres un gran amigo!!!! besitos, està muy interesante èsto ke escribiste jiji... besitos!
Pam*

10:23 PM, December 04, 2006  
Blogger David said...

Los cambios mas importantes de mi vida se han producido en momentos en los que yo pensaba que todo estaba perdido. Buen post felicidades

10:45 PM, December 05, 2006  
Blogger Taka X said...

No se parte antes, solo se adelantan tanto que dejamos de ver la silueta en el distante horizonte. La hora de esto, solo las Tres Parcas conocen la respuesta

10:42 AM, December 08, 2006  

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